domingo, 2 de abril de 2017

Neurociencias. Las mujeres en los Kibutz. Conclusiones


Los que no estudian la historia están condenados a repetirla y los que sí estudian la historia están condenados a ver impotentes cómo todos los demás la repiten

Hemos visto en estas entradas que el estudio de los kibutz es prometedor para el entendimiento de las diferencias sexuales en todas partes  y su impacto en la división del trabajo. En 1956 dos estudiosos pioneros de los problemas de la mujer trabajadora, Alva Myrdal y Viola Klein, señalaban que el ajuste básico necesario para apoyar a las mujeres que quieren hacer una carrera era “casas colectivas en las que los servicios como cocina, lavandería, guarderías de día, etc. se obtuvieran a un precio razonable por las familias que vivieran en ellas”. Estas cosas estaban incluidas en el sistema de los kibutz. Los kibutz con su profundo compromiso ideológico con la igualdad de todos los seres humanos ofrecía a las mujeres el requisito de independencia para la igualdad. El kibutz era probablemente el lugar más adecuado para el desarrollo de la igualdad entre los sexos.

Pero lo que Tiger y Shepher encuentran resumiendo es:

  • Al inicio de los kibutz más de la mitad de las mujeres trabajaban un tiempo considerable en producción. Pero entonces ocurrió un proceso gradual de polarización sexual en el trabajo. En el momento en que los autores la estudian esta polarización es del 80%.
  • La polarización sexual del trabajo es mayor en la segunda y tercera generación que en la primera (es decir, en los que se han criado en los kibutz) y más polarizada en los jóvenes que en los mayores.
  • A pesar de una igualdad formal en derechos políticos, las mujeres son menos activas en la Asamblea General medido por su presencia y participación en ella. Las mujeres están sobre-representadas en comités que tienen que ver con problemas educativos sociales y culturales pero están seriamente infra-representadas en comités sobre economía, trabajo, política y seguridad.
  • Cuanto más alta es la autoridad de un comité más bajo es el porcentaje de mujeres en él. Al nivel más alto las mujeres son sólo el 14% del personal.
  • Las mujeres parecen tener problemas para mantener grupos de trabajo donde todas son mujeres. Ellas prefieren normalmente grupos de sexos mezclados o un liderazgo masculino.
  • Hombres y mujeres reciben el mismo número de años de educación. Pero en la educación superior hay diferencias. Las mujeres están sobre-representadas en educación que conduce a trabajos como maestra de escuela elemental, guarderías y enfermería. Los hombres están sobre-representados en agricultura, ingeniería, economía y gerencia.
  • A partir del noveno grado (unos 14-15 años) las mujeres empiezan a ir por detrás en éxito académico. La discrepancia en el kibutz es incluso mayor que la que se da en sociedades modernas comparables. 
  • Aunque las mujeres son llamadas al servicio militar la mayoría de ellas hacen trabajo de oficina y de servicios. Este papel es aceptado por las propias mujeres.
  • Incluso durante la guerra del Yom Kippur no cambió sustancialmente la división del trabajo en el kibutz, aunque casi la mitad de los hombres fueron llamados a filas por un largo periodo de tiempo.
  • La familia pasó de ser casi inexistente a convertirse en la unidad básica de la estructura social del kibutz. En el momento del estudio de Tiger y Shepher realiza importante funciones de consumo y educación y existen demandas para aumentar su función.  La creciente familiarización  se traduce en altas tasas de matrimonio y de nacimientos y tasas muy bajas de divorcio. El estatus de los solteros es cada vez más problemático , especialmente el de las mujeres, por lo que existen mecanismos para ayudar a los solteros a que se casen.
  • Las principales instigadoras de la familiarización son las mujeres, cuyas actitudes hacia el familismo son mucho más positivas que las de los hombres.
  • Las actitudes hacia la igualdad siempre han sido más igualitarias que la conducta real. Esta discrepancia ha causado siempre reflexiones y búsqueda de explicaciones entre los miembros del kibutz y las federaciones.
Veamos a continuación las posibles explicaciones para todos estos hallazgos


Posibles Explicaciones

1- El argumento de una revolución insuficiente. Este argumento sostiene que a pesar del compromiso ideológico la revolución en los kibutz no fue una revolución total. Incluso al principio más de la mitad de las mujeres trabajaron en producción pero pocos hombres compartieron la cocina o el cuidado de los niños. Cuando los niños aumentaron aumentó el trabajo en el sector servicios y las mujeres tuvieron que dejar su trabajo para atender estas tareas, un trabajo que los hombres rara vez hacían.

La respuesta de los autores a este argumento es que al principio había muy pocas tareas de servicios y se necesitaba sólo un puñado de personas para hacerlo. Sin embargo en producción se necesitaba siempre gente para sostener la supervivencia económica. El trabajo en producción dado el bajo nivel tecnológico hacía que la fuerza física fuera muy necesaria y era irrazonable transferir hombres de trabajos duros a la cocina y reemplazarlos con mujeres. Aún así el porcentaje en los kibutz se desvió mucho del de otras sociedades y las mujeres participaron mucho más en producción.

Sin embargo, sí es cierto que las ideas básicas sobre quién era más adecuado para hacer cada tipo de trabajo  resistieron la ideología de manera más terca que en otros terrenos. ¿Por qué los miembros del kibutz no fueron tan radicales en la división sexual del trabajo como lo fueron en la propiedad privad, la religión, competición, estilo urbano/rural de vida, etc.? ¿Existen sociedades donde los hombres estén igual de implicados en cocinar y el cuidado de los niños como las mujeres? Dado que la respuesta es que no, podemos decir que los kibutz hicieron más para evitar la división sexual del trabajo que otras sociedades. Y aún así no funcionó.

Pero como la fuerza física cada vez es menos relevante, ¿por qué no podrían ser las mujeres y los hombres intercambiables hoy en día? La respuesta es que las mujeres no tienen la inclinación personal ni social de ceder ciertas tareas a los hombres y los hombres son reacios a dejar tareas de producción a las mujeres. Incluso cuando el desarrollo tecnológico obvia una de las razones básicas para la división del trabajo, la división permanece. La teoría de la revolución insuficiente nos deja con más preguntas de las que responde.

2- El argumento de la socialización. Este argumento explicaría los hechos señalando que dado que los fundadores de los kibutz habían sido socializados en una cultura con división polarizada del trabajo habrían internalizado esos valores y normas y por ello no habría sido capaces de llevar a cabo sus objetivos revolucionarios y socializar exitosamente a la segunda generación.

Este argumento tiene varios problemas. Primero, si los resultados de la socialización primaria de los miembros de los kibutz son inalterables, ¿por qué no vemos el mismo fracaso en otros aspectos de la vida de los kibutz? Estos fundadores no habían sido socializados en vida comunal, cooperación entre todos aunque no fueran familia, pagar a todos independientemente del trabajo, etc. y todo eso sí lo llevaron a cabo…¿Por qué no pudieron hacer lo mismo con la división sexual del trabajo?  El sistema de recompensas económicas iguales a todo el mundo se mantenía intacto después de 60 años, ¿por qué se pudo alterar la socialización de los fundadores de los kibutz en esto y no en lo otro? 

Hay también un problema metodológico con el argumento de la socialización. Si admitimos que la socialización básica tiene un impacto inalterable en valores, normas y actitudes entonces nunca se podrá cambiar la división sexual del trabajo porque la generación que educa a la siguiente siempre va a estar contaminada por esos valores iniciales. 

Tiger y Shepher no niegan que la socialización tiene un impacto importante en la personalidad sino que mantienen que hay diferencias en varias esferas de la vida en el grado en que la resocialización es posible, es decir, que la socialización no opera sobre una tabla rasa. Ellos hablan de la existencia  de un diagrama básico, de un conjunto de disposiciones determinadas biológicamente que llaman una “biogramática” pero que creo que podemos llamar naturaleza humana. La cultura y la socialización en su plasticidad puede ir contra esas predisposiciones pero no por mucho tiempo  o no en todo el mundo sin causar serias dificultades tanto al individuo como a la sociedad.

Un ejemplo de esto lo tenemos en el incesto. Los estudios demuestran que no se produce atracción sexual entre los niños que se crían juntos en el kibutz aunque esas uniones están aprobadas socialmente e incluso promocionadas. Pero esta disposición biológicamente determinada en contra del incesto tiene más fuerza que la socialización y la opinión pública a favor de uniones entre jóvenes del mismo kibutz.

3- El argumento de la conspiración masculina. Este argumento, que nos suena muy familiar, sostiene que para mantener su supremacía los hombres conspiran contra las mujeres. Formando una coalición, los hombres bloquearían la entrada de mujeres en ocupaciones prestigiosas. La forma más eficaz de hacer esto sería dominar la socialización  induciendo a las  mujeres no sólo a aceptar su estatus inferior sino a perpetuar el problema al enseñar a sus hijas a hacer lo mismo.

Los autores aceptan que esta puede ser una explicación parcial, que los vínculos que forman los hombres pueden no ayudar a las ambiciones de desarrollar una carrera de las mujeres pero este argumento no se puede aplicar a los kibutz donde hubo una búsqueda agresiva de la igualdad sexual. Al principio había muchos más hombres que mujeres en el kibutz. Si hubieran querido, habrían podido actuar como grupo contra las mujeres. No hay evidencia de que lo hicieran nunca. Es posible que algunos hombres consideraran a algunas mujeres inadecuadas para ciertos trabajos, igual que consideraban a ciertos hombres inadecuados. Puede ser también verdad que una opinión mayoritaria de muchos  hombres y mujeres alejara a las mujeres de ciertas posiciones. Pero los autores están muy seguros en afirmar que esa opinión mayoritaria no se originó por una conspiración de los hombres. De hecho, el estudio que hicieron en el kibutz de Ofer indicaba lo contrario.

En Ofer había una presión constante de los hombres para que las mujeres asumieran mayores responsabilidades políticas debido a una escasez de hombres capacitados y a una abundancia de mujeres con talento. Por ejemplo, a una mujer de unos cincuenta años, brillante intelectualmente, con talento para la organización y excelentes cualidades de liderazgo, se le pidió en repetidas ocasiones que asumiera tareas de secretaria, tesorera o coordinadora del trabajo, los puestos más elevados. Si hubiera aceptado, la Asamblea la habría elegido unánimemente, pero siempre rechazó las ofertas. Durante la guerra del Yom Kippur el kibutz ofreció el puesto de coordinadora del trabajo a una mujer, oferta que hizo todos los años a alguna mujer u otra. Bajo la presión de la guerra tres mujeres aceptaron pero todas dimitieron al de poco  alegando responsabilidades familiares. Al dejarlo ellas, se escogió a un hombre joven (de menos talento que las tres mujeres) para el puesto y los gerentes (todos ellos hombres) de las ramas de agricultura e industria recordaban con tristeza los viejos buenos tiempos en los que las coordinadoras del trabajo eran mujeres.

Después de la última convención de la Federación Ichuh, el kibutz de Ofer tenía que elegir nuevos miembros para el consejo de esa federación y el secretario nominó a dos hombres y dos mujeres. Cuando las nominaciones se presentaron a la Asamblea ambas mujeres pidieron no ser elegidas  porque estar en el consejo requería estar fuera del kibutz uno o  dos días al mes. Una de ellas era profesora de escuela elemental y tenía una hija de seis años y la otra  era profesora de guardería con cuatro hijos mayores y dos nietos. Así que aunque puede haber casos concretos de hombres obstaculizando el avance de las mujeres muchos miembros del kibutz reconocían el rechazo de las mujeres a asumir responsabilidades políticas. Cuando una mujer tenía talento y deseo para subir en el nivel de poder tenia el camino abierto. Difícilmente se puede considerar esto una conspiración de los hombres.

4- El argumento del retiro. Este argumento, que complementa al de la revolución insuficiente, dice que cuando las mujeres comprendieron que no había esperanza de permanecer en labores de producción porque los hombres no iban a asumir el cuidado de los niños y otras tareas de servicios, las mujeres se retiraron a la rama de servicios y perdieron toda esperanza de salir de ahí. Dado que estaban haciendo para la comunidad lo que un ama de casa haría por la familia (cocinar, limpiar, el cuidado de los niños…) empezaron a disfruta  de estas tareas y esto explicaría su apoyo al familismo y a “la hora del amor”. 

Tiger y Shepher opinan que este argumento interpreta los hechos de una manera muy cuestionable y encima lo tiñe con la palabra retiro. Hay que decir que los que se quejaron del familismo y de la “hora del amor” eran mayoritariamente hombres que veían esto como un retroceso en los ideales revolucionarios. Difícilmente puede interpretarse estos datos con la conspiración de los hombres para relegar a las mujeres a la esfera tradicional del hogar. La reivindicación del cuidado de los niños y de las tareas de servicios como algo de tanto prestigio como las tareas de los hombres fue realizada por las mujeres, como por ejemplo por Yona Goldan en 1966 que decía que la comunicad no debería mandar a las mujeres de vuelta a los campos y traer hombres a las guarderías sino que había que considerar el trabajo de las mujeres con el mismo prestigio que el de los hombres porque era una contribución esencial para el bienestar de la comunidad.

5- El argumento de la influencia externa. Este argumento dice que los kibutz hicieron lo que pudieron para traer la revolución pero que la sociedad a su alrededor acabó influyéndoles y no pudieron sostener su esfuerzo. 

Hay datos que contradicen esto. La sociedad israelí en los primeros años era similar a los kibutz en su preocupación por la división sexual del trabajo. Las mujeres hacían “trabajos de hombres”. Por otro lado, el kibutz ha conseguido oponerse flagrantemente al sistema israelí de propiedad privada. El capitalismo individualista y el espíritu competitivo no consiguió influir al sistema de los kibutz. Si la influencia externa es tan potente, ¿por qué debería afectar sólo a la división del trabajo y no a patrones económicos o políticos? 

En resumen, todos estos argumentos pueden tener algún punto de verdad pero ninguno de ellos puede explicar lo que ocurrió en los kibutz, según Tiger y Shepher. El kibutz ha tenido éxito en otros aspectos de su ideología. Mantiene una economía comunal, su sistema económico y social, la democracia directa y la educación colectiva, y sigue siendo rural y laico. En todas estas cosas ha podido mantener su integridad original y resulta que sólo ha fallado en el problema de la división sexual del trabajo y la importancia de la familia?

Frente a estos argumentos, Tiger y Shepher recurren a la biología, a Darwin, a lo que ellos llaman “Biogramática”, a que existe un vínculo materno-filial, a la teoría del apego, a lo que veíamos en la entrada anterior de que los sexos responden de forma diferente a los mismos estímulos, etc. También mencionan que el énfasis que las hijas de la segunda generación pusieron en la maternidad pudo ser motivado en parte por una “rebelión” contra su propias madres que cultivaron con ellas un estilo de vida no maternal. 

La experiencia del kibutz es muy rica y compleja y tal vez no tengamos todas las explicaciones y respuestas para  lo que allí ocurrió. Pero hay datos actuales que demuestran que, curiosamente, cuanto más libertad hay en una sociedad mayores son las diferencias de roles entre los sexos. Paradójicamente, las diferencias sexuales pueden indicar una sociedad más sana, una sociedad en la que todos tienen las mismas oportunidades y pueden elegir según sus preferencias y ser lo que quieren ser.

Puede que lo que la gente elige no guste a muchos activistas y podemos repetir la historia e intentar ir más lejos en la revolución de lo que fueron en los kibutz. Podemos, por ejemplo en el nombre de una igualdad de resultados, impedir que chicos que quieren hacer ingenierías las hagan y obligar a chicas que quieren ser psicólogas o enfermeras a ser ingenieras. La duda es si esto nos conduce a un paraíso de igualdad o al campo de concentración, que es lo que nos sugiere la experiencia con los totalitarismos del siglo pasado. Tememos mucho, con razón, a la ingeniera genética pero tanto o más deberíamos temer los experimentos de ingeniería social.



@pitiklinov

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