sábado, 1 de abril de 2017

Neurociencias. Las mujeres en los Kibutz. Vida familiar y maternidad

Llegamos por fin a uno de los aspectos más interesantes del experimento natural que se realizó en los kibutz de Israel el siglo pasado, lo que ocurrió con la vida familiar. Lo que vamos a ver en esta entrada creo que es muy informativo para todas las discusiones que nos traemos hoy en día de por qué hay pocas mujeres en puestos de dirección, que si la supuesta brecha salarial, que si tanto padres como madres pueden atender igual a sus hijos y los permisos parentales hay que igualarlos, problemas como que mujeres con carreras en universidades de élite no quieren trabajar full-time cuando llegan los hijos y salen del mercado laboral, etc.

Sin ninguna duda, Tiger y Shepher señalan que el cambió más drástico que se produjo en la evolución de los kibutz desde los primeros días  ha sido la creciente importancia de la familia. En los tiempos heroicos iniciales el matrimonio y la familia tenían una función tan limitada que un visitante podía sacar la impresión de que no existían. De hecho, esa fue la impresión que sacó el antropólogo de Harvard Melford E. Spiro que en un artículo en el American Antropologist en 1954 cuestionó la universalidad de la familia. Tras un estudio de campo en los kibutz concluyó: “la familia, como se describe el término en Social Structure, no existe en los kibutz, ni en su variante nuclear, ni polígama, ni en sus formas extendidas…no hay matrimonio en los kibutz, si por matrimonio entendemos una relación entre adultos de sexo opuesto caracterizada por actividad sexual y económica”.

Los primeros fundadores rechazaban ideológicamente la tradicional familia judía patriarcal y la sustituyeron por la comuna. Muchos de ellos habían emigrado a Palestina tras romper con sus familias y su estilo de vida tradicional. Y allí se encontraron con otros que compartían esos mismos valores e ideas. En cuanto al lugar que ocupaban las relaciones sexuales en los inicios en el kibutz hubo experiencias dispares pero no se planteó que las relaciones sexuales tuvieran que ser comunales. Había mucha libertad pero como les dice a los autores una de las mujeres fundadoras esas relaciones no dependían del matrimonio pero sí de sentimientos profundos. Cuando una pareja decidía ser compañeros se les daba una habitación separada en la tienda y posteriormente una casa. Normalmente la pareja no aparecía junta ni en asambleas ni trabajaba junta, los miembros de la pareja trataban de forma individual con todas las situaciones. Hay que decir que las chicas no podían ocuparse mucho de su aspecto físico y las que lo hacían eran muy criticadas. Algún informante contó el caso de chicas que se preocupan más de ponerse guapas que de trabajar en los cambios y fueron criticadas y solían abandonar el kibutz. Pero todo esto fue cambiando con la llegada de los niños.

Poco a poco la familia se fue consolidando como la unidad social más importante. Las tasas de matrimonio eran muy altas. En los años 70 cuando escriben Tiger y Shepher eran más altas que en el resto de Israel y la fertilidad era también más alta. En estos últimos tiempos los kibutz tienen hasta una especie de “agencias matrimoniales” que se encargan de poner en contacto a jóvenes solteros o que buscan pareja, la vida de los kibutz está hecha de parejas casadas. La mitad de las parejas tiene 3 o más hijos. 

Pero vamos a ver el papel de las mujeres en este cambio. A este énfasis en la vida familiar se le ha llamado familismo (y era algo que no gustaba a los fundadores porque la lealtad a la familia entraba den conflicto con la lealtad al kibutz) y todo indica que fueron las mujeres las que generaron este cambio y el ascenso del familismo

Como conté en la introducción, al principio los hijos no dormían con sus padres sino en dormitorios comunales cuidados por terceras personas, no por los padres. Para 1955 un poco más de la mitad de las mujeres (51%) apoyaban que los niños durmieran en casa con sus padres frente a un 40% de los hombres. En 1965 el 68% de las mujeres lo apoyaba frente al 46,9 de los hombres. Este  cambio ocurrió tanto en kibutz conservadores como liberales. Lo que es más importantes, fueron las mujeres las que iniciaron la discusión de este tema y el proceso de cambio por el que se introdujo el familismo. Las mujeres empezaron a hablar de ello en discusiones informales, llevaron el tema a la agenda de los comités educativos (donde eran mayoría) y luego crearon presión para llevar el tema a la Asamblea General y que se votara a favor. Recurrieron a propaganda donde hizo falta e incluso a amenazas dentro de las familias. La mayoría de los hombres que fueron líderes en este proceso eran los maridos de las mujeres que abogaban de forma más fuerte por el cambio.

En las largas y fervientes discusiones que tuvieron lugar se decía a menudo que el “sistema familistico” iba a suponer una carga añadida para las mujeres. La respuesta habitual era: “no nos importa, estamos dispuestas a cualquier cosa con tal de tener a nuestros hijos con nosotras durante la noche”. Realmente, las mujeres tenían más trabajo con el sistema familistico porque había que llevar a los niños de vuelta a la mañana a sus casas y los hombres normalmente empezaban a trabajar muy temprano así que los tendrían que llevar ellas y luego ir a trabajar. Al tener una casa más grande con una habitación para los niños hay que limpiar más, etc. Pero el deseo de las mujeres no se vio disminuido por este aumento de trabajo.

Hay otra manifestación muy clara de que las mujeres lideraron este proceso de cambio y es la llamada “hora del amor”. Esta costumbre la iniciaron las mujeres jóvenes después de 1964. Como otros cambios en el kibutz empezó como una desviación, luego pasó a innovación y por último se legitimó. Al principio, algunas mujeres que no trabajaban (por convalecencia, vacaciones, por su flexibilidad de horario o lo que fuera)  iban a las casas de los niños y con la aprobación de las cuidadoras o sin ella cogían a sus niños. Después, muchas de las mujeres arreglaban su horario de trabajo para poder tener aunque sea media hora para estar con sus hijos. Los niños de las madres que no podían venir a estar con ellos se sentían frustrados porque sus amigos sí estaban con sus madres. Las propias cuidadoras de niños buscaban tiempo para estar con sus hijos…Así que al final la práctica se legitimó por el comité de educación y se hizo obligatoria. Se le llamó “la hora del amor”. Esta nueva práctica desanimó a muchas mujeres de trabajar fuera del kibutz. Muchas de ellas rechazaban trabajos lejanos si no podía estar la hora del amor con sus hijos.

Hay que decir que eso de la “hora del amor” le pareció muy bizarro a muchos miembros de los kibutz. Por ejemplo, muchos hombre gerentes y encargados protestaron por las muchas horas de trabajo perdido y por la interferencia con los principios básicos de educación comunal. Pero el “establishment” femenino de los comités de educación mantuvo la práctica a pesar de que no era apropiada ideológicamente.

En cuanto a las labores domésticas en las casas de las familias encontramos también una división sexual del trabajo. Reparaciones domésticas, el jardín, llevar y traer la ropa a la lavandería y otras tareas de “trabajo físico” las hacen los hombres. En conjunto la mujer invierte más tiempo en el trabajo de la casa pero como el hombre trabaja una hora más en el trabajo del kibutz las horas totales resultan equilibradas. En cuanto a la autoridad dentro de la familia es más igualitaria que la división del trabajo porque todas las decisiones se toman de forma conjunta. Esto se dice en las encuestas y se observa en la realidad, marido y esposa deciden juntos si tener otro hijo, qué hacer con el tiempo libre, qué trabajo coger, que causa política apoyar, etc. La única esfera en la que la autoridad de la mujer es incuestionable es en la limpieza de la casa y el orden así como las cuestiones estéticas del hogar.

Todo esto suscita cantidad de preguntas. Los miembros del kibutz, al igual que el 99% de la humanidad, no son ya cazadores recolectores pero siguen dividiendo cabezonamente el trabajo por sexos ¿Tiene algo que ver la división del trabajo con el sistema de emparejamiento? La división sexual del trabajo no sólo significa que los hombres hacen unas tareas y las mujeres otra sino que tanto unos como otras van a ser resistentes a ideologías que tratan de borrar esa división. En los kibutz a lo largo de seis décadas se han producido dos procesos en paralelo: la división sexual del trabajo y el desarrollo del familismo ¿hay relación entre ambos?

Pero tenemos también datos sobre las actitudes de las personas y la satisfacción vital con estos cambios que estamos comentando. Es decir, ¿sufrían las mujeres por esta división del trabajo? ¿se sentían atrapadas limpiando en la casa y atendiendo a los hijos, etc? Todo esto ha sido investigado y los estudios coinciden. La mayoría de hombres y mujeres están de acuerdo con la división sexual del trabajo, del 86 al 97% están de acuerdo en que unos trabajos son más apropiados para hombres y otros para mujeres, siendo el principal criterio el de la fuerza física. La atención de niños y cuidado médico se ve más propio de mujeres. Pero en puestos políticos no hay diferencias. Todo coinciden en que ser presidente o secretarios de un comité lo puede hacer tanto un hombre como una mujer (aunque luego en la práctica no ocurría así). En las entrevistas que hizo Rosner las propias mujeres se echaban la culpa de su falta de participación en la actividad política. En general, en cuanto a la satisfacción con la vida en el kibutz el 81% de las mujeres y el 80% de los hombres están satisfechos con la misma. No hay diferencias en satisfacción vital en diversos estudios entre los hombres y mujeres con respecto al trabajo, la actividad política y la vida en el kibutz en general.

Vamos a intentar dar una explicación de los sucesos reflejados en esta entrada. En primer lugar hay que decir que en muchos sentidos lo que pasó en los kibutz ocurrió también en la URSS.  Peter Turchin, que es ruso, lo cuenta en su libro Ultrasociety. Tras la revolución de Octubre de 1917 el régimen soviético intentó una serie de innovaciones culturales. Por ejemplo, se abolió el matrimonio. Pero estas innovaciones no “prendieron”. El matrimonio volvió en los años 40 y en los años 60 y 70, en los que se crió Turchin, pocas parejas que vivieran juntos y tuvieran hijos no estaban casadas. Turchin opina que las innovaciones culturales que van contra la naturaleza humana, que por ejemplo lleva a formar vínculos duraderos entre hombre y mujer, no duran. Pueden sostenerse un tiempo debido al poder de la ideología pero no cuajan. Todo no es construcción social, las construcciones sociales tienen que apoyarse en la biología.

Lo mismo ocurre con el vínculo materno-filial y el apego que son características no ya de la naturaleza humana, sino de la naturaleza mamífera. Si estamos aquí todos nosotros es gracias a este vínculo que tiene una base biológica. El cerebro de la mujer sufre una serie de cambios con la maternidad (ver aquí, aquí o aquí) que la afina para atender bien a su hijo. La madre quiere estar con el hijo y el hijo quiere estar con la madre. Y el niño sabe disparar estímulos que llegan a la madre.

Pero voy a decir algo todavía más políticamente incorrecto que lo anterior: es muy posible que las madres disfruten más de atender a los hijos que los hombres. Tiene toda la lógica evolucionista del mundo. En general, la evolución marca con sensaciones placenteras todo lo que es bueno para la supervivencia y reproducción. Interaccionar con un bebé es placentero, darle el pecho, jugar con él, etc. Y dados lo cambios en el cerebro materno que no ocurren en el paterno es muy probable que ese placer sea mayor en la madre que en el padre. Un niño es un estímulo al que es posible que respondan de forma diferente madres y padres. Y una prueba de que esto no es solo educativo es que ocurre también en otros animales como los macacos. Así que probablemente esto es lo que nos explica las conductas de las mujeres de los kibutz: la biología. Pero nuestra sociedad sigue abonada a la teoría de que somos tablas rasas y todo lo que nos ocurre es por la cultura.

Dedicaré una entrada más a las  conclusiones que podemos sacar de este experimento de los kibutz y a la discusión sobre las explicaciones del mismo.


@pitiklinov

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