sábado, 4 de febrero de 2017

Neurociencias. Homicidio de pareja íntima. Implicaciones teóricas y prácticas


Es un error capital teorizar antes de tener datos. De forma imperceptible uno empieza a retorcer los hechos para que encajen en las teorías en vez de retorcer las teorías para que encajen con los hechos.
-Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes

Es la teoría la que decide lo que puede ser observado
-Albert Einstein

Implicaciones Teóricas

La primera conclusión teórica que podemos sacar de este rápido estudio de los HPI es que se trata de una violencia multicausal y que hay varios tipos de homicidas, tipos que todavía no están bien definidos y aceptados por todos. Parece que esto mismo se encuentra en el estudio de la violencia de pareja íntima (VPI) (Barbara Sordi, 2016). Esta versatilidad de agresores supone una crítica a programas de prevención y tratamiento específicos y estandarizados porque no vale el mismo traje para todo el mundo. Los agresores son distintos y responderían de manera diferente al mismo tratamiento. No podemos diseñar la misma estrategia para una persona con un trastorno de personalidad psicópatica con historial delictivo, que para una persona con trastorno borderline que abusa de alcohol y drogas o para un depresivo con ideas de suicidio.

Unido a lo anterior, los datos presentados refutan la tesis más extendida en nuestra sociedad de que la violencia de pareja se explica solamente de acuerdo a valores culturales/machistas. La explicación sólo cultural (machismo) no puede dar cuenta de los hechos por varias razones que voy a detallar a continuación. 

En primer lugar, no puede dar cuenta de la situación porque se supone que el machismo está muy extendido en nuestra sociedad y desde luego lo estaría entre los perpetradores de VPI. Sin embargo, es sólo una pequeña proporción los que cometen HPI. Es evidente que hace falta que entren más factores en juego y algunos de ellos los hemos visto en entradas anteriores. Pretender que algo como “era un hombre machista, su mujer le dijo que le iba a abandonar y la mató y se suicidó” explica algo es tan científico como decir: “le despidieron del trabajo y al quedarse en paro cogió 5 rifles de asalto y mató a 20 personas”. Es evidente que en ambos casos faltan pasos…pasos que podemos ir rellenado si estudiamos a estos homicidas y atendemos a otros factores. Otro dato en contra de la explicación exclusivamente cultural sería “la paradoja nórdica”, en los países nórdicos la igualdad entre los sexos es muy alta pero la VPI es también muy alta. 

Es un error creer que las cosas tienen sólo una causa, esto no es así ni en infecciones como la úlcera o la tuberculosis donde sabemos que se deben al H.pilorii o al bacilo tuberculoso, respectivamente. A pesar de tener el bacilo tuberculoso en su organismo muchos individuos no desarrollan la enfermedad, lo cual indica que intervienen otros factores genéticos y ambientales además de la presencia del bacilo. Es evidente que el machismo existe pero es un error concluir que sólo el machismo existe y que esta es toda la explicación de la violencia de pareja o de su grado extremo, los HPI.

En segundo lugar, la explicación sólo cultural (machismo) no puede explicar los homicidios de las parejas homosexuales ni la VPI en las parejas del mismo sexo. En la entrada anterior vimos que la dinámica y las razones subyacentes a los HPI entre parejas del mismo sexo es la misma que entre parejas heterosexuales (celos, control de la pareja, reacción al abandono.)… Si la VPI es una violencia -según se difunde ampliamente- que se comete contra la mujer por el mero hecho de serlo no veo cómo se puede explicar la violencia de un hombre gay contra su pareja gay con esa hipótesis, por poner un ejemplo. Necesitamos un modelo que explique la violencia de cualquier persona, sea del sexo y orientación sexual que sea, contra su pareja, sea del sexo y orientación sexual que sea. Y la explicación sólo cultural (machismo) no puede cumplir con esa tarea.

En lugar de buscar alternativas, mientras se da una preponderancia de la explicación cultural centrada en el machismo, faltan datos sobre la VPI en parejas del mismo sexo. El foco centrado en la violencia del hombre contra la mujer es tan cegador que pasan desapercibidas otras formas de violencia, como la de la mujer contra el hombre, la del hombre contra el hombre y la de la mujer contra la mujer. Un argumento empleado a veces es que la violencia hombre-mujer es sistemática o estructural, a diferencia de las otras. Pero este argumento se basa sólo en la frecuencia: son más los hombres que matan a sus mujeres que al revés. Este planteamiento se puede rebatir.

Para empezar, en la sociedad en su conjunto la mayor parte de los homicidios los cometen hombres pero las víctimas son también en su mayoría hombres (el 80%). Estos son los datos USA de 2015. 13.485 homicidios de los que 10.608 son hombres y 2.818 son mujeres. Así que si hay una violencia estructural es la de “los hombres” contra otros hombres. Voy a explicar por qué doy este dato porque no me gustan los argumentos del tipo “y tú mas” y acabo de recurrir a uno. Lo hago porque ha habido comentarios en el blog de alguna persona diciendo que los hombres sólo matan mujeres, que cuando tienen un problema con otros hombres no lo arreglan matando…

Bien, pero es verdad que en el ámbito doméstico los hombres matan más mujeres que al revés. ¿Cuál puede ser la explicación? Hay por lo menos tres razones:

1- Los hombres son más fuertes y grandes, de media, que las mujeres.

2- Los hombres son más agresivos y proclives a la violencia que las mujeres. Son los que cometen la mayoría de homicidios, robos y delitos violentos y suponen el 93% de los presos en las cárceles de todo el mundo. Ante los inevitables conflictos de la convivencia, el hombre tendría más tendencia reaccionar con violencia física.

3- La mayoría de los hombres son heterosexuales y en el medio familiar conviven con mujeres. Aunque la investigación sobre esta materia es muy escasa, da la impresión de que si controláramos para la orientación sexual la diferencia en el sexo de las víctimas de HPI desaparecería. Si la mayoría de los hombres fueran homosexuales y sólo una minoría heterosexual las cifras que veríamos serían a la inversa de las que tenemos actualmente, o incluso serían mayores las víctimas masculinas si las tasas reflejadas por Mize y Schackelford son correctas (cifras que sugieren que los hombres gays son más violentos hacia sus parejas que los heterosexuales). Esta evidencia hace pensar que la violencia contra las mujeres no es función de una dominancia de “todos los hombres” o de actitudes especiales hacia la mujer. Más bien, los hombres son más violentos que las mujeres y a veces usan la violencia contra sus parejas o contra aquellos con los que quieren tener relaciones sexuales, sea la diana un hombre o una mujer. 

En tercer lugar, desde el punto evolucionista la explicación sólo cultural (machismo) tiene otro problema. Sabemos que en otras especies, incluidos los primates grupo al que pertenecemos, los machos son el sexo más agresivo y en concreto en la esfera de la competición por las parejas presentan conductas de tipo Mate Guarding, celos y conductas coercitivas sexuales sobre las hembras (Georgiev y cols.). Estas conductas tienen un soporte genético. Para llegar desde ahí a una situación en que nuestra violencia de pareja humana fuera solo cultural, debida a una ideología machista, tendría que haber ocurrido lo siguiente. Tendrían que haber desaparecido las presiones evolucionistas que seleccionaban para esa agresividad/violencia y haber desaparecido tanto los genes como las conductas relacionadas con esa agresividad. Habría existido un tiempo, por tanto, en la evolución humana en el que habrían desaparecido esos genes y conductas y, posteriormente, en un momento determinado habría surgido la ideología machista cultural y esa ideología nos habría hecho de nuevo violentos y agresivos, tal como ya éramos anteriormente (más o menos) por razones puramente biológicas. Esta hipótesis es teóricamente posible pero no hay el menor dato científico de que haya ocurrido algo así y la ley de la parsimonia (no hay que multiplicar las hipótesis más de lo necesario) dice que es más lógico asumir una continuidad desde la agresividad/violencia animal a la humana, y en la primera entrada sobre los HPI cité dos artículos que encuentran una heredabilidad de la VPI. Por supuesto, la cultura modelaría esa agresividad/violencia de origen biológico pero no sería la causa. No estoy planteando que todo sea biológico, estoy planteando que todo no puede ser sólo cultural.

Para finalizar, y aunque sé que es predicar en el desierto, quiero volver a insistir en que no se debería hablar de asesinatos machistas y menos en el momento en que ocurren. Como hemos visto, estamos hablando de un fenómeno multicausado y referirse al fenómeno completo por una de las causas o factores de riesgo es un error. Es mejor utilizar una terminología descriptiva que englobe todo el fenómeno. Hablar de asesinato machista presupone que sabemos lo que había en la cabeza del homicida en el momento de cometer el crimen. Y a menos que seamos Dios eso es imposible (aquí tenemos el caso de un HPI de este año donde la fiscalía pide el ingreso en psiquiátrico del autor). Toda la bibliografía que he consultado habla de violencia de pareja íntima y me parece que esa denominación, o simplemente violencia de pareja, engloba más adecuadamente el fenómeno y no deja sin estudiar (y potencialmente sin amparo) a las víctimas de alternativas que no sean la pareja heterosexual en la que el perpetrador de la violencia es el varón.

Implicaciones para la práctica

En cuanto a las medidas que podemos tomar para disminuir la incidencia de HPI, en la bibliografía que he manejado se dan también algunos consejos o recomendaciones que voy a comentar a continuación, válidas para parejas de cualquier sexo y orientación sexual. Un buen resumen de propuestas y de las áreas que necesitan más investigación lo tenéis en Campbell y cols. 2007. 

En primer lugar, muchas veces el homicidio ocurre en relación a un divorcio, ruptura o separación. Este periodo es de máximo riesgo. Si una persona está planeando dejar a una pareja que es abusadora o maltratadora es muy importante avisarla que no debe decir a su pareja a la cara que la va a dejar. Existen instrumentos para valorar el grado de riesgo en una relación como el DA (Danger Assesment) de Campbell. En esta web hay abundante información sobre él y se pueden descargar diferentes versiones. Otro instrumento es la S.A.R.A. Hemos comentado que no tienen una capacidad predictiva completa pero sí nos dan una idea del riesgo. Si el riesgo es elevado, la persona debe dejar una nota y preparar un dispositivo de protección adaptado a cada caso: acompañamiento por amigos o familiares, entrevistas en lugares públicos, medidas judiciales, etc… Por supuesto, si hay acceso a armas de fuego el cuidado deber ser extremo. También hemos comentado el riesgo que supone el acoso. Cuando la persona es seguida en la calle, vigilada o amenazada, el riesgo es muy alto y hay que aumentar las medidas de prevención. Por lo reflejado en los estudios, el riesgo es máximo durante los tres primeros meses aunque se extiende al primer año tras la separación.

Otra medida es tratar los trastornos mentales y adictivos que se encuentran presentes con mucha frecuencia, como hemos visto. Hemos hablado especialmente de la depresión y las ideas de suicidio y de las dependencias a alcohol y otros tóxicos. También hemos comentado que sería deseable una mejor coordinación o comunicación entre los sistemas de salud, el sistema judicial y los servicios sociales. Muchas de las parejas en las que han ocurrido HPI están implicadas en procesos judiciales de divorcio, custodias, etc., pero no se detectan sus problemas mentales y no son remitidas para tratamiento. También en el sistema sanitario habría que intentar mejorar la detección de problemas de sobrecarga en personas mayores y de otros problemas sociales. Esta coordinación es difícil por la inercia propia de estos sistemas pero es necesario mejorar la formación de todos los profesionales.

También se hace incidencia en los artículos que han estudiado los HPI en parejas homosexuales en la necesidad de mejorar los recursos tanto para hombres como para mujeres que están en relaciones con parejas del mismo sexo, recursos que en muchos países o no existen o están muy mal dotados. Como ya hemos comentado, estas personas sufren un riesgo adicional de HPI derivado del miedo a revelar su homosexualidad a la familia, amigos, personal sanitario o policías. Hay unanimidad en que se necesita más investigación de los HPI en parejas homosexuales.

Por último, debería existir un programa o proyecto de recogida sistemática de datos de HPI y de estudio psicológico tanto de los homicidas como de las víctimas. Algunos de los datos que yo he compartido son precisamente fruto de proyectos de ese tipo, como los de Bourget y cols. en Quebec sobre homicidio-suicidio. También hay que evaluar las iniciativas y políticas implementadas para ver cuáles funcionan y cuáles no. De ninguna manera podemos partir de la base de que no es necesaria más investigación y que ya conocemos las respuestas.



Bibliografía:






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