Walter Mischel ha hecho su carrera y la de muchos de sus alumnos con el famoso Test de la Golosina, sobre el que recientemente acaba de escribir un libro traducido al español. Básicamente es un test en el que se le ofrece a unos niños de edad preescolar una golosina pero se les indica que si esperan a comérsela mientras el investigador está fuera, cuando vuelva les dará dos golosinas en vez de una. Mischel encuentra lo siguiente:
1- Lo menos sorprendente es que unas personas son más capaces que otras de resistir tentaciones. Unos niños se comen la golosina a la primera, otros esperan más tiempo pero se la comen y otros no se la comen.
2- Más interesante y sorprendente es que estas diferencias se hacen visibles tan tempranamente como en años preescolares, se mantienen estables en la mayoría de las personas, no en todas, y predicen con notable lógica consecuencias psicológicas y biológicas a lo largo de la vida. Cuando se siguió a estos niños hasta la edad adulta los que habían podido esperar habían tenido más éxito en la vida, medido por mayor educación, mejores trabajos y mayores ingresos.
Hasta aquí la cosa suena como que la fuerza de voluntad es un rasgo innato y que no podemos hacer mucho por cambiar este hecho y, lógicamente, no puedes ir a la sociedad americana y contarles estas ideas “deterministas”. Entre otras cosas porque no te van a dar un duro en becas de investigación. Así que no es eso lo que Michel hace. La filosofía de Mischel se caracteriza por:
3- Es falso que no podamos cambiar nuestra fuerza de voluntad. Tanto el autocontrol cognitivo como el emocional puede aprenderse y mejorarse. Con independencia de lo buenos o malos que seamos en autocontrol podemos mejorar nuestras capacidades de autocontrol y ayudar a nuestros hijos a hacer lo mismo. Gracias a este mensaje optimista y positivista su trabajo ha sido muy apreciado y ha llegado a aparecer en Barrio Sésamo y en la Casa Blanca.
También es verdad que en algún sitio del libro señala que es cierto que podemos no conseguir desarrollar esas capacidades y que si se carece de metas y motivación (y de valores y de apoyo social) puede resultar imposible, pero su mensaje principal a lo largo del libro es el positivo. Y es ese mensaje positivo el que yo creo que tiene muchos problemas que voy a intentar señalar en esta entrada. Una lectura lógica de los experimentos es que el test de la golosina es un indicador de puntuar alto en la dimensión de personalidad llamada responsabilidad. Ya hemos hablado de ello aquí y sabemos que las personas responsables tienen mayor autocontrol y que el autocontrol es absolutamente necesario para triunfar en la escuela, en la universidad, en el trabajo y en las relaciones sociales. Por tanto, a las personas con alta responsabilidad les va a ir bien en la vida. Así que si Mischel se quedara ahí ningún problema, pero Mischel no habla de los Cinco Grandes en su libro ni de dimensiones de personalidad ni prácticamente de personalidad, porque él tiene otra visión de la personalidad y de la naturaleza humana.
La base en la que se apoya Mischel para defender su postura “optimista” es que él observó que los niños que esperaban utilizaban diferentes estrategias que básicamente eran estrategias de distracción: de pensar en otra cosa, de no mirar la golosina, se tapaban los ojos, se giraban para otro lado; otros hablaban consigo mismo y se decían: “espérate para tener dos golosinas”. Los que consiguieron esperar crearon todo tipo de formas de distraerse (hasta inventarse cancioncillas), estrategias que Mischel llama “de enfriamiento”, como pensar que el objeto no es real. Al observar esto, y partiendo de estas dos premisas:
1- hay unos niños que esperan más
2- Los niños que esperan utilizan estrategias de distracción
Mischel llega a la siguiente conclusión en la que se basa todo su trabajo:
Conclusión: vamos a enseñar estrategias de distracción a todos los niños y así todos van a conseguir esperar. Y en el resto del libro nos cuenta experimentos en diversos sitios en los que han utilizado estrategias de enfriamiento desde en niños con trastornos con déficit de atencion e hiperactividad hasta en adicción a las drogas, con buenos resultados, según él.
Bien, parece lógico pero no lo es. De entrada, ya tendríamos solucionados los problemas de obesidad, adicción a las drogas y demás si esto fuera cierto, pero no parece que sea así. ¿Por qué es erróneo este razonamiento?
1- Por un lado porque puede que estemos confundiendo causa con consecuencia. Podría ser que las estrategias de distracción sean consecuencia de poder esperar y no la causa. Igual pensamos que pueden esperar por las técnicas que usan cuando resulta que usan esas técnicas porque pueden esperar.
2- Todos los niños no son iguales. Slash, el guitarrista de Guns and Roses (como cualquier otro virtuoso en cualquier esfera de la vida) tuvo unos años en su vida de tocar la guitarra ocho horas al día o incluso más. Probablemente tendría impulsos de hacer otras cosas y utilizaría estrategias para no dejar la guitarra y seguir practicando. Entonces, vamos a coger las estrategias que utilizó Slash, se las enseñamos a los niños y ya podemos producir muchos Slashs…¿no es creíble, verdad? Todas las personas no tienen el mismo interés por la comida, o por el sexo, o por la música y que alguien pueda hacer una cosa no quiere decir que todos la puedan hacer. Slash tenía un amor y una pasión por la guitarra y la música que no tienen otras personas. Volvemos al tema de la motivación, cuando alguien tiene la motivación para hacer una cosa probablemente lo consiga. El problema es cómo conseguir esa motivación.
Porque ya que hablamos de Slash tenemos ahí un ejemplo de cómo una persona puede tener un gran autocontrol para practicar con un instrumento pero no lo tiene para no consumir drogas. O tenemos el caso de Bill Clinton que tuvo mucho autocontrol para ir a la Universidad, hacer todo lo que hay que hacer para ser presidente pero no lo tuvo con las becarias. A Tiger Woods tampoco le faltaba autocontrol en el deporte pero no tanto en su vida sexual.
Voy a criticar la visión de Mischel utilizando precisamente al propio Mischel como caso clínico. Mischel se pone de ejemplo para explicar que las estrategias de enfriamiento funcionan. Resulta que Mischel no es un ejemplo de autocontrol sino que es muy impaciente. Por ejemplo, llama a sus alumnos a la noche para saber los resultados del experimento y cosas así y ha sido un fumador empedernido. En el libro nos cuenta cómo dejó de fumar. Mischel fumó desde la adolescencia y llegó a encender un cigarrillo detrás de otro y hasta a meterse a la ducha con la pipa encendida (fumaba tres cajetillas al día más la pipa). Cuando en 1964 salió el informe del U.S. Surgeon General sobre los riesgos del tabaco eso no le afectó en absoluto. Además todos los profesores de su entorno fumaban tanto como él.
Un día se cruzó en un pasillo de la escuela de Medicina de Stanford con un paciente oncológico al que iban a radiar con unas marcas verdes en el cuerpo en los lugares donde iba a recibir la radiación. Le impresionó tanto que se asustó. A partir de entonces pone en marcha diferentes estrategias: hace un pacto con una de sus hijas de que si ella deja de chuparse el dedo él deja de fumar, utiliza botes malolientes con colillas para hacer que el tabaco le resulte aversivo, se compromete públicamente con sus colaboradores a no fumar y recuerda deliberadamente la imagen del paciente con cáncer. Al final consigue dejar de fumar.
Aunque no explica todos los detalles personales, vemos que deja de fumar en determinado momento en su vida pero no antes, lo hace cuando consigue la motivación. Probablemente el tener unas hijas pequeñas pesaría algo, tal vez algo de presión familiar, tal vez el entorno social a raíz del informe del ministerio de sanidad había empezado a cambiar y algunos compañeros estaban dejando de fumar, etc. No lo sabemos a ciencia cierta. Y luego está la impresión que le hace ver al enfermo de cáncer, algo que Mischel no controla ni decide. Pero de todas esas hipotéticas causas y cambios que se van produciendo en su vida y su ambiente Mischel atribuye su éxito para dejar de fumar a las técnicas que empleó. Me parece una visión muy miope. Esas técnicas funcionaron en un ambiente y un momento determinado.
Si todo fuera tan sencillo no tendríamos más que explicar las técnicas que usó Mischel para dejar de fumar a todos los fumadores y arreglado el problema del tabaco. Yo tengo pacientes que no quieren tomar la medicación y llega un día, a lo mejor tras varios ingresos hospitalarios, en que su mente cambia y llegan a aceptar la medicación. Pero ha sido necesario todo un camino. Creer que pueden dejar la medicación al principio de ese camino es como creer que Mischel podía dejar de fumar antes del informe del ministerio de sanidad y de ver al paciente con cáncer. Nos falta la motivación en la ecuación y la motivación no nos la dan las técnicas de distracción sino al revés.
Pero el enfoque positivista -Mischel habla en el libro de Seligman, el gurú de la psicología positiva- el famoso “tú puedes si te esfuerzas” es peligroso por dos razones más. Primero, porque no siempre se puede y ser demasiado optimista puede llevarte a la ruina. A la pregunta sobre la posibilidad de éxito en “un negocio como el suyo”, un tercio de los empresarios estadounidenses respondieron que la posibilidad de fracasar era cero. La realidad era que sólo 35% de esos negocios sobreviven a los 5 años. Thomas Asebro estudió la suerte de 1.100 inventos de innovadores ambiciosos y observó que menos del 10% hallaron acceso al mercado, y de estos el 60% sufrieron pérdidas. La mitad de los emprendedores se retiraron después de conocer análisis objetivos que predecían que sus inventos fracasarían con seguridad pero el resto siguió adelante y duplicaron las pérdidas iniciales antes de abandonar. Sólo 6 de los 1.100 inventos tuvieron grandes beneficios. Claro, es de esos triunfadores de los que nos hablan en las películas y no de los muchos que se quedan por el camino. Lo que quiero decir con esto es que psicólogos y psiquiatras tendremos que ayudar a nuestros pacientes a luchar pero otras veces les tendremos que ayudar a abandonar.
Por último hay un problema moral grave con la filosofía del “Tú puedes” y es la visión del mundo según la cual si te esfuerzas lo suficiente triunfas y si no triunfas quiere decir que no te has esforzado lo suficiente y la culpa de lo que te pase es tuya. Es la hipótesis del mundo justo: tienes lo que te mereces. Así que si estas en el paro la culpa no es de la situación económica sino tuya por no hacer lo que tienes que hacer. Y si te mueres de cáncer es porque no ha sido positivo y no has luchado lo suficiente… Es una visión perversa, pero de ella hablaremos en otro momento.
@pitiklinov
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